miércoles, 5 de octubre de 2011

Los Gourmets de la basura



Queridos amigos(as), abrimos un parentesis en la saga de los "ingredientes andinos" para comentar sobre los Gourmets de la basura:

 Qué es un freegan?

Se denomina freegan la gente que emplea estrategias alternativas para vivir, basadas en una participación limitada en la economía convencional, y en un mínimo consumo de recursos.

Los Freegans abogan por la comunidad, la generosidad, la conciencia social, la libertad, la cooperación y el compartir en oposición a la sociedad basada en el materialismo, la apatía social, la competición , la conformidad y la codicia.

Tras años intentando boicotear productos procedentes de corporaciones causantes de la violación de derechos humanos, de la destrucción ambiental y el abuso de animales, muchos de nosotros descubrimos que independientemente de lo que compráramos siempre acabábamos apoyando algo deplorable. Entendimos entonces que el problema no es sólo unas pocas malas empresas sino el propio sistema en su totalidad.

El Freeganismo es un boicot total a un sistema económico donde el beneficio ha eclipsado las consideraciones éticas y donde complejos sistemas de producción masiva aseguran que todos los productos que compramos tengan impactos perjudiciales, la mayoría de los cuales ni siquiera habíamos considerado. De esta manera, en vez de evitar la compra de productos de una mala compañía, sólo para beneficiar a otra, evitamos comprar en el mayor grado en que somos capaces.

La palabra freegan deriva de “free” (libre y gratis) y “vegan” (vegano). Se denominan “Vegans” aquellos que evitan el consumo de productos de origen animal o productos experimentados en animales en un esfuerzo por evitar causarles daño. Los Freegans llevan esta postura un paso más allá reconociendo que en una compleja economía industrial y de producción en masa motivada por el beneficio, el abuso de personas, animales y de la tierra abunda en todos los niveles de producción (desde la adquisición de la materia prima, a la producción y el transporte) y es así para casi cada simple producto que compramos. El trabajo en fábricas que explotan, la destrucción de los bosques, el calentamiento global, el desplazamiento de comunidades indígenas, la contaminación del aire y del agua, la erradicación de insectos como “molestias” la vida salvaje en granjas, las violentas destituciones de gobiernos elegidos popularmente para mantener dictadores marioneta conformes con los intereses de las grandes empresas, la destrucción de sindicatos, la perforación en busca de petróleo en lugares ambientalmente sensibles, explotación infantil, y sobornos a régimenes represivos son sólo algunos de losmuchos impactos del aparentemente inócuo consumo de productos que llevamos a cabo cada día.

Los freegans emplean una serie de estrategias para la vida práctica basadas en nuestros principios:



 RECLAMACION DE GASTOS

Vivimos en un sistema económico donde los vendedores sólo valoran la tierra y sus bienes en relación a su capacidad para generar beneficios. Los consumidores están constantemente siendo bombardeados con anuncios que les incitan a desechar y reemplazar los bienes que ya tienen porque esto incrementa las ventas. Esta práctica de la sociedades opulentas produce una cantidad de gasto tan grande que mucha gente puede ser alimentada y mantenida simplemente con su basura. Como freegans, recolectamos la comida en vez de comprarla para evitar ser cosumidores nosotros mismos, para retar políticamente la injusticia de permitir que recursos vitales sean gastados mientras multitudes carecen de necesidades básicas como comida, ropa y alojamiento, y para reducir el gasto que va a parar a terrenos y a inceneradoras que están masivamente situados en barrios pobres(no blancos), donde causan elevados niveles de cáncer y asma.

Quizás la estrategia freegan más notoria es la comunmente denominada recolección urbana o “dumpster diving”. Esta técnica implica buscar en la basura de mayoristas, residencias, oficinas y otras instalaciones en busca de bienes útiles. A diferencia de los estereotipos de nuestra sociedad sobre la basura, los bienes recuperados por los freegans son seguros, utilizables, limpios y en perfectas o casi perfectas condiciones, un síntoma de una cultura consumista que nos incita a sustituír nuestros bienes más antiguos por otros nuevos, y donde los mayoristas planean un alto volumen de producción disponible como parte de su modelo económico. Algunos recolectores urbanos van sólos, otros lo practican en grupos, pero siempre compartimos los descubrimientos abiertamente unos con otros y con todo aquel que encontramos en el camino que los quiere. Grupos como Food Not Bombs recuperan comida que de otro modo sería desperdiciada y la usan para preparar comidas que comparten en lugares públicos con todo el que desea participar.

Recuperando los descartes de mayoristas, oficinas, escuelas, casas, hoteles, o cualquier lugar buscando en sus cubos de basura, contenedores y bolsas de basura, los freegans son capaces de obtener comida, bebidas, libros, artículos de tocador, revistas, comics, periódicos, videos, artículos de cocina, electrodomésticos, música (CDs, casetes, discos, etc.) alfombras, instrumentos musicales, ropa, patines, patinetes, muebles, vitaminas, aparatos electrónicos, productos para el cuidado de animal, juegos, juguetes, bicicletas, piezas de arte y cualquier tipo de bien de consumo. Además de no contribuir a aumentar el gasto, los freegans reducen la basura y la polución disminuyendo el sobrevolumen en la corriente de gasto.



Muchos de los objetos usados pueden ser también encontrados gratis o compartidos con otros, en sitios web como Freecycle y en la sección free de tu Craigslist local. Para disponer de materiales útiles comprueba el directorio EPA Materials and Waste Exchanges. En comunidades alrededor del país, la gente está llevando a cabo eventos como Really Really Free Markets( Mercados verdaderamente gratis) y “Freemeets” (Encuentros gratuitos). Estos eventos son semejantes a mercadillos con objetos gratuitos. La gente trae cosas para compartir con otros. Dan y reciben pero ni un dólar es intercambiado. Cuando los freegans necesitan comprar, compramos bienes de segunda mano que reducen la producción y apoyan el reutilizar y reducir lo que habría sido gastado, sin proveer ingresos adicionales para nueva producción.


MINIMIZACION DE GASTO

Debido a nuestros frecuentes en los descartes de nuestra consumidora sociedad, los freegans somos muy conscientes e indignados con las enormes cantidades de gasto que el consumidor típico estadounidense genera y por eso eligimos no ser parte del problema. Los freegans reciclamos escrupulosamente, usamos la materia orgánica como abono para la tierra y reparamos más que reemplazamos objetos siempre que es posible. Todo lo que es inutilizable por nosotros, lo redistribuimos entre nuestros amigos, en mercados gratuitos o usando servicios de internet como freecycle y craigslist.


TRANSPORTE ECOLOGICO

Los freegans reconocen los desastrosos impactos sociales y ecológicos del automóvil. Todos sabemos que los automóviles causan polución creada por la combustión de pertóleo, pero generalmente no pensamos en otros factores de destrucción como bosques siendo eliminados para construir carrreteras en areas salvajes y las muertes por choque, de humanos y vida salvaje. Además, el uso masivo de petróleo crea el impulso económico que origina las masacres en Irak y en el resto del mundo. Por eso los freegan deciden no usar coches en su mayoría. Usamos otros métodos de transporte incluyendo salto al tren, hacer autoestop, caminar, patinar, montar en bicicleta. El autoestopismo aprovecha el espacio en un coche que de otro modo habría sido inutilizado y además no incrementa el consumo total de coches y gasolina. Algunos freegans encuentran inevitable el uso de coches. Por eso, para tratar de eliminar la dependencia de carburantes fósiles, utilizan coches con motores diesel transformados para funcionar con “greisel” o aceite vegetal (grasoso-diesel). Literamente alimentamos nuestros coches con aceite usado que fue freído en restaurantes– otro ejemplo de transformación del gasto en algo práctico. Grupos voluntarios están formando en todas partes ayudando a la gente en la transformación de sus motores diesel para que funcionen con aceite vegetal.


ALOJAMIENTO GRATUITO

Los Freegans creen que el alojamiento es un DERECHO, no un privilegio. Del mismo modo que los freegans consideran una atrocidad que haya hambre mientras la comida es tirada, también estamos indignados que haya gente que literalmente muere congelada en las calles mientras los caseros y las ciudades mantienen edificios cerrados y vacios porque no pueden sacar provecho de ellos o hacerlos válidos como viviendas. Los Squatters son gente que ocupa y rehabilita edificios abandonados y destruídos. La mayoría de los squatters son freegans. Los squatters creen que las necesidades reales humanas son más importantes que las nociones abstractas de la propiedad privada, y que aquellos que mantienen edificios pero no permiten a gente vivir en ellos, incluso en lugares donde el alojamiento es vitalmente necesitado, no merecen poseer esos edificios. Además de zonas habitadas, los squatters a menudo convierten edificios abandonados en centros comunitarios con programas que incluyen actividades artístricas para niños, educación medioambiental, encuentros de las organizaciones de la comunidad y más.



VOLVIENDOSE VERDE

Vivimos en una sociedad donde lo que comemos generalmente creció muy lejos, fue sobre procesado y entonces transportado largas distancias para ser almacenado durante demasiado tiempo, todo a un alto costo ecológico. Debido a este proceso, hemos perdido la apreciación de los cambios de temporada y de los ciclos de la vida, pero algunos estamos reconectando con la tierra a través de la jardinería y la recolección.

Muchos ecologistas urbanos han estado transformando terrerenos abandonados y llenos de basura en verdes jardines comunitarios. En vecindarios donde los comercios venden más comida basura que vegetales fescos, los jardines comunitarios suponen una fuente de comida sana. Donde el aire está saturado de agents contaminantes inductores de asma, los árboles de los jardines comunales producen oxígeno. En paisajes dominados por el ladrillo, el cemento y el asfalto, los jardines constituyen un oasis de plantas, espacios abiertos y lugares para que las comunidades se reúnan, trabajen juntos, compartan comida, y eliminen las barreras que mantienen a la gente apartada en una sociedad donde todos nos hemos apartado demasiado los unos de los otros.

Los recolectores salvajes demuestran que podemos alimentarnos sin supermercados y curar nuestras enfermedades sin farmacias, familiarizándonos con las plantas medicinales que crecen alrededor. Incluso los parques de las ciudades pueden proveer comida y medicinas útiles, dándonos una apreciación renovada de que nuestro mantenimiento procede finalmente no de las corporaciones productoras de comida, sino de la tierra misma. Otros llevan el modo de vida de la recolección incluso más lejos, desprendiéndose de conceptos urbanos y suburbanos e intentando volver a los orígenes construyendo comunidades en la naturaleza, basados en habilidades primitivas para sobrevivir.


TRABAJANDO MENOS/DESEMPLEO VOLUNTARIO

¿Cuánto de nuestras vidas sacrificamos para pagar cuentas y comprar más cosas? Para la mayoría de nosotros, el trabajo significa sacrificar nuestra libertad para recibir las órdenes de otros, estrés, aburrimiento, monotonía, y en muchos casos riesgo para nuestro bienestar físico y psicológico.

Una vez comprendido que no son unos pocos malos productos de unas cuantas compañías explotadoras los responsables de los abusos sociales y ecológicos, en el mundo, sino más bien todo el sistema en el que trabajamos, es cuando empezamos a entender que, como trabajadores, somos piezas de una máquina de violencia, muerte, explotación, y destrucción. ¿Es el cajero que cobra un trozo de ternera menos responsable de la crueldad de las granjas fábricas que el trabajador de la granja? ¿Qué hay sobre el diseñador que encuentra modos de
hacer el producto apetecible? ¿Y sobre el contable que lleva los libros de la tienda y se encarga de que perdure el negocio? ¿o del trabajador en la fábrica que manufactura cajas para refrigeradores? Y por supuesto, los altos ejecutivos de las empresas tienen la responsabilidad mayor de todos, porque ellos toman las decisiones que provocan la destrucción y el gasto. No tienes que poseer acciones en una empresa o poseer una fábrica o una planta química para estar libre de culpa.

Cubriendo necesidades básicas como la comida, ropa, alojamiento, mobiliario y transporte sin gastar un dólar, los freegans son capaces de reducir o al menos eliminar la necesidad de ser constantemente contratados. Podemos sin embargo dedicar nuestro tiempo a cuidar de nuestras familias, a hacer trabajo de voluntariado en nuestras comunidades, y a tomar parte en grupos activistas para luchar contra las practices de empresas que de otro modo podrían estar ordenándonos en el trabajo. Para algunos, el total desempleo no es una opción -es más difícil encontrar medicina dental gratuita que una maleta gratis en la calle, pero limitando nuestras necesidades financieras, incluso aquellos de nosotros que necesitan trabajar pueden establecer conscientemente límites a cuánto trabajamos, tomar el control de nuestras vidas, y escapar a la presión constante de llegar a fin de mes. Pero incluso si necesitamos trabajar, es esencial no ceder el control total a los jefes. El espíritu freegan de cooperación puede ser extendido al lugar de trabajo como parte de sindicatos de trabajadores tales como “Industrial workers of the world”.

http://freegan.info/what-is-a-freegan/translations/que-es-un-freegan/



Los ‘freegan’ reciclan los alimentos que otros desechan. Es una convicción y una forma de vida. Les acompañamos ‘de compras’ por los contenedores de Nueva York. Y luego, a cenar.

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No les empuja ni el hambre ni la pobreza. Revolver cada semana entre las basuras responde simplemente a la llamada de sus conciencias. Hastiados de observar cómo la sociedad occidental deja morir en sus calles toneladas de comida en perfecto estado, un puñado de ciudadanos repartidos por el mundo y autodenominados freegan tratan de retrasar el colapso ecológico al que afirman que está abocado el planeta evitando pagar por consumir y recuperando parte de la comida salvable que se tira a diario. Que no es poca.

En la puerta de supermercados neoyorquinos como D’Agostino, en el barrio de Midtown, se hacinan cada noche decenas de bolsas de supuestos residuos. Pero si uno mira dentro, como hacen dos veces por semana profesores de instituto como Janet Kalish o expertos en comunicación como Madeleine Nelson, es posible encontrar todo tipo de frutas y verduras en perfecto estado, yogures, zumos de fruta, pasta, arroz, huevos, carne, pescado ahumado…

“El 80% de lo que como lo consigo así desde hace un año. Lo que más abunda es pan. Cada noche se tiran miles de barras. La verdura suele venir empaquetada y limpia. La fruta a veces está golpeada, pero en general tiene buen aspecto. Se encuentran muchísimos yogures y la mayoría sin caducar. La pasta o el arroz a veces simplemente tienen el paquete roto, y eso ya los convierte en basura”, explica Madeleine, que no es vegetariana, a pesar de que la palabra freegan naciera como contracción entre free (libre, gratis) y vegan (vegetariano que rechaza cualquier producto animal).

“Cada persona decide su grado de compromiso”, explica esta mujer de 50 años. Ella vive en el corazón del West Village, en un amplio apartamento lleno de libros; trabaja como portavoz de una ONG, y antes, para una multinacional. “Lo mío es una decisión consciente: desobedecer la orden de comprar. Es un boicot a la sociedad de consumo. Se gasta en exceso, y eso está matando al planeta. Por eso he minimizado todas mis compras. Los libros son usados, los electrodomésticos los arreglo, la ropa es de mercadillos gratuitos”.

Ella es parte del centenar de personas que constituyen el grupo de los freegan neoyorquinos. El País Semanal acompañó a una decena en una de sus compras nocturnas y después cenó con ellos, algo que hacen a menudo para demostrarle a la prensa que todo lo que se encuentra es tan co¬¬mestible como si se hubiera comprado en una tienda de gourmet. Y en muchos casos, los alimentos proceden precisamente de esas tiendas, porque los freegan saben cuidarse, no buscan bocadillos mordisqueados, sino setas italianas, pero en lugar de pagar precios astronómicos por ellas, las recogen de la basura.




Quizá lleven un día caducadas. Quizá caduquen dos días después. La diferencia, dicen, es imperceptible. Los comercios ponen esas fechas mucho antes de lo necesario. Pero ¿por qué acaban en la basura? Por la sobreabundancia. “Muchos supermercados simplemente tiran productos cuando les llegan otros más frescos por falta de espacio”, asegura Adam Weissman, de 28 años, uno de los impulsores de este movimiento nacido en la costa oeste hace décadas y que él ayuda a promover en Nueva York desde hace dos años. Un trabajador del supermercado D’Agostino lo confirma mientras observa cómo los freegan hacen sus compras: plátanos, melocotones, espinacas, tofu…

El grupo bucea en las basuras y va sacando tesoros que se escogen con sumo cuidado. “A veces hay tantas cosas que tenemos que dejarlas ahí”, dice Janet, con su mochila cargada de alimentos. Y no miente: frente a ella hay dos bolsas de basura llenas de zanahorias impolutas en contenedores de plástico. Caducan ese mismo día. Se sirven en la cena dos días después. Exquisitas.

Según un estudio de la Universidad de Arizona, el 40% de los alimentos que se producen en Estados Unidos acaba en la basura sin pasar por ningún estómago; lo que significa que las familias tiran cada año al estercolero 40.000 millones de dólares. Un escándalo si se tiene en cuenta que hay 852 millones de personas malnutridas en el mundo, según la FAO, y que dentro de una ciudad como Nueva York, casi dos millones de personas viven por debajo del índice de pobreza, según el censo nacional.

“La primera vez encontré 130 bagels [rosquillas de pan judío típicas de Nueva York] perfectamente limpios y empaquetados. Me juré a mí misma que nunca volvería a pagar por ellos”, cuenta Wendy Scher, de 26 años, quien ha convertido el freeganismo en una forma de vida. Se viste con ropa usada, su medio de transporte es una bicicleta reciclada, se está planteando ocupar una casa, pues hay muchos apartamentos vacíos en la ciudad, y en la medida de lo posible, tampoco consume cultura de masas, algo que los freegan más ortodoxos, como Adam Weissman, se toman muy en serio.

“Si compras un cd, tienes que pensar en el impacto ecológico del plástico que lo envuelve. Si ves una película, sabes que te están me¬¬tiendo en ella mensajes subliminales sobre qué beber o cómo vestir, y además, en su producción se desperdician toneladas de materiales. Antes de tomar cualquier decisión me pregunto el impacto económico o social de cada producto que se consume. Y la cultura de masas es tremendamente contaminante, psíquica y físicamente”, afirma Weissman, que tampoco tiene televisión.

Sin embargo, es difícil escapar de todas las tentaciones. Él consume cómics, aunque no los compre y los consiga gratis. Y durante la cena, la serie Star Trek, que todos devoraron de pequeños, se convierte en animado tema de conversación. Al menos Weissman reconoce sus debilidades: “El efecto de la cultura de masas es increíblemente poderoso. Y es muy difícil escapar de él. Pero hay que intentarlo”.

Más información en: http://freegan.info.




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